La decisión de Fidel Castro de abandonar la Presidencia del estado abre esperanzas de un posible cambio de rumbo.
Artículo publicado en la Revista Española de Defensa de Marzo de 2008
En el tiempo de mando de Fidel Castro, diez presidentes norteamericanos se han sucedido en la Casa Blanca; los grandes líderes revolucionarios de su tiempo como Mao Tse Tung y Ho Chi Minh, Kwame Nkrumah, Seku Ture, Julius Nyerere, Agostinho Neto y Amilcar Cabral, Patricio Lumumba y otros muchos han muerto. De Cuba misma han desaparecido la mayor parte de los comandantes de la primera hora.
Esta trayectoria vital permite intuir la dificultad que debe tener Fidel Castro, limitado a dirigirse a los cubanos con la “Carta del Compañero Fidel” que le publica el diario oficial y único del partido, Granma. Solo la edad, 81 años, le recluye en su casa; solo la naturaleza le obliga a la vida de jubilado, y solo las fuerzas que le flaquean le sustraen de la gestión directa desde que en julio de 2006 fuera intervenido quirúrgicamente y traspasara temporalmente el poder a su hermano Raúl.
Desde el pasado 18 de febrero su renuncia es definitiva y oficial, y desde el 24 de febrero su hermano Raúl Castro es ya Presidente de Cuba, elegido sin sorpresa alguna por los 614 miembros de que se compone ahora la Asamblea Nacional del Poder Popular de la República de Cuba o parlamento cubano. Se trata de un caso de relevo en vida de quien acaparó el poder durante tanto tiempo poco frecuente en la historia política.
Como si temiera una jubilación ociosa, Fidel Castro ha prometido escribir sus memorias. Con el tiempo de las memorias llega también la hora de los balances y el momento de interrogarse sobre el futuro. Balances y proyecciones de futuro es a lo que desde hace muy poco se dedican muchos fuera de Cuba y en Cuba misma. Para un observador externo navegar entre opiniones y visiones con frecuencia contrapuestas no es tarea fácil.
Los primeros cambios institucionales
Para acomodar esta nueva situación institucional, los miembros del parlamento cubano resultante de las elecciones para la séptima legislatura 2008-2012 celebradas a finales de febrero, fueron invitados a designar –una designación sin sorpresas como todas las cubanas- un nuevo Consejo de Estado que recogiera los necesarios corrimientos en el escalafón del poder central del estado motivados por la renuncia de Fidel Castro.
En el nuevo Consejo de Estado, la institución más importante de Cuba después del Parlamento, como en el anterior, aparte de Raúl Castro, ahora convertido en Presidente y primera figura del país, solo figuran tres de los numerosos comandantes “históricos” que tuvieron auténtico poder en la revolución: Juan Almeida Bosque, Guillermo García Frías, y Ramiro Valdés Menéndez. A pesar de los cargos que ostentan, ninguno de los tres tiene hoy poder ejecutivo real para influir en las decisiones que ahora será necesario tomar.
El vicepresidente Juan Almeida preside la Asociación de Combatientes de la Revolución; el otrora poderoso ministro del Interior de la primera hora, Ramiro Valdés, es ministro de Informática y Comunicaciones en un país en donde en 2005 sólo 17 de cada mil cubanos tiene acceso a Internet y sólo 75 de 1000 al teléfono, según datos del último Informe de Desarrollo Humano elaborado por el PNUD; el “guajiro” Guillermo García Frías, dirige una Empresa encargada de la conservación de la Flora y la Fauna cubanas.
El peso y el control de las decisiones estratégicas que todo el mundo espera que se tomen en esta etapa recaerá principalmente en el equipo de generales de cuerpos de Ejército que Raúl ha logrado cohesionar en el Consejo de Estado. Julio Casas Reguero, que sustituye a Raúl al frente de Ministerio de la Defensa, Abelardo Colomé Ibarra, ministro del Interior, Leopoldo Cintra Frías, Jefe del Ejército occidental, y Álvaro López Miera, Jefe del Estado Mayor General de las FAR, desempeñarán sin duda un papel decisivo en esta nueva era.
Álvaro López Miera, que entra por primera vez en el Consejo, es nieto de un infante de marina español que combatió contra el Ejército Mambí en la guerra de 1895-1898, e hijo de un republicano, miembro del PCE, que se exilió a Cuba en 1940 y colaboró con el II Frente Oriental que dirigía Raúl Castro, en el cual se alistó su hijo Álvaro a los 14 años de edad. Con López Miera se refuerza considerablemente la composición militar del Consejo de Estado. Parece fuera de toda duda que, al igual que en el Ejército, ellos serán en el Consejo de Estado la célula de confianza del nuevo Presidente de la República.
El hilo conductor entre todos ellos es su estrecha relación directa con Raúl Castro, desde la etapa de la lucha contra el dictador Fulgencio Batista. Los cuatro tienen una trayectoria parecida; todos estuvieron en algún que otro momento en el II Frente Oriental “Frank País que dirigía Raúl Castro en la Sierra Maestra; los cuatro ascendieron y se formaron estrechamente ligados a él, y todos han logrado buena parte de sus méritos en las campañas por la revolución mundial de Cuba, sobre todo en los frentes africanos de Angola y Etiopía.
En estos dos últimos países las Fuerzas Armadas cubanas organizaron en las décadas de los años 70 y parte de 80, a 12.000 kilómetros de distancia de Cuba, la operación de traslado de tropas y pertrechos más importante de la historia de América hasta entonces. Solo en Angola y en las dos intervenciones que realizó, Cuba movilizó en sus diferentes fases, según palabras del propio Fidel Castro, a un total de 300.000 soldados cubanos y 56.000 civiles, un escuadrón de Mig-17F (según Fidel Castro, incluso el más moderno Mig-23), armas antiaéreas y artillería, entre ellas las entonces modernas BM-21 más conocidas como “órganos de Stalin”, y batallones de tanques.
En esas operaciones los militares cubanos adquirieron la experiencia que ninguna academia militar proporciona y el control de la discreción y el secreto que convierte al Ejército cubano, a sus fuerzas especiales y a sus órganos de seguridad, en el mejor preparado de América Latina. También dieron lugar a algunos de los episodios más oscuros de la revolución que terminaron, como la causa nº 1 de 1989 a la que se ha referido el propio Fidel Castro, en el fusilamiento de algún “héroe nacional”.
Junto a los militares, unos 50.000 médicos cubanos han recorrido la mitad del continente africano y numerosos países de Oriente Medio y el Golfo. Aunque no se menciona por ninguna parte, los civiles destacados en estas misiones ayudaron a una veintena de países a constituir milicias populares, complemento inevitable de los Ejércitos revolucionarios, y comités de defensa de la revolución, prolongación del largo brazo de la Seguridad nacional.
Todavía, según cifras del propio Fidel, unos 30.000 médicos permanecen fuera de Cuba, 23.000 ahora en Venezuela, aunque esta vez al parecer como parte del contrato global por el cual Cuba recibe petróleo a precio subvencionado. Es un nuevo enfoque de la ayuda internacional que tiende a evitar la tremenda sangría económica que supusieron aquellas intervenciones militares en África y de las que tanto se resintió la economía cubana a pesar de la importante ayuda soviética. Desde la década de los años 90 Cuba está libre de esas cargas.
Por lo demás se mantiene como Secretario del Consejo el otrora Rector de la Universidad de la Habana y hombre íntimamente ligado a Fidel Castro, José M. Miyar Barruecos, y el médico y viejo militante José R. Machado Ventura, que pasa de Vicepresidente a Vicepresidente Primero. Trece otros miembros del Consejo, entre ellos siete mujeres, entran por primera vez, y 10 repiten, 9 hombres y una mujer. Los dos civiles más conocidos fuera de Cuba, Carlos Lage y Felipe Pérez Roque, de 57 y 43 años respectivamente, son los dos miembros más jóvenes de Consejo de Estado con influencia real. Lage sobre la economía y Pérez Roque sobre la política exterior.
La situación económica de Cuba
Analizar la situación real de Cuba se complica para un observador externo debido a las numerosas visiones de Cuba disponibles. Una de ellas, tal vez la más cautelosa, procede de Estados Unidos, un actor principal en los destinos de Cuba desde que sus soldados desembarcaran en Daiquiri en el verano de 1898. El mantenimiento o no del férreo bloqueo económico a que tiene sometida a Cuba desde hace 47 años, será un factor clave para el futuro de Cuba.
Otra visión, un tanto catastrofista, procede de la “pequeña Cuba”, una expresión acuñada que describe a los cubanos de Miami y, en parte, del exilio. La visión de los cubanos de dentro, no obstante, será la decisiva para el futuro. En su mayor parte éstos siguen fieles al régimen que es hegemónico en el control de la producción de historia, cultura, e información y de su interpretación. Pero dentro de Cuba también ha surgido una disidencia respetable pero no respetada por el régimen, que tiene otra idea de la democracia, que aspira a constituir partidos políticos concurrentes, sindicatos distintos del oficial, y que reclama una educación para sus hijos diferente a la que proporciona hoy en exclusiva el estado cubano.
La mayoría de los analistas consideran que la resistencia numantina de Fidel Castro a la iniciativa privada es la causa principal de las estrecheces en que han vivido y viven los cubanos. Para ellos el carácter arbitrario y con frecuencia incomprensible de algunas medidas burocráticas como la prohibición a los cubanos de alojarse en los hoteles; de crear empresas privadas mientras que los extranjeros si pueden; de no poder atender a más de doce comensales en los “paladares” (restaurantes) privados; no poder comprar en las tiendas especiales para extranjeros a menos de disponer de pesos convertibles (dólares cambiados en pesos en loas entidades oficiales); etc, es asimismo causa de la irritación cotidiana de la población.
El bloqueo norteamericano, con daños a la economía cubana evaluados por Cuba en 1000 millones de dólares en 2006, es la segunda causa de desestabilización de la economía, según analistas. La tercera causa por la cual explican el desfallecimiento de la economía y su escasa producción de bienes y riqueza, es estructural: la carencia total de recursos energéticos convencionales propios. La posibilidad de encontrar petróleo en la zona cubana del Golfo de México ha abierto una gran esperanza y supondría un giro histórico de la economía cubana, pero por el momento se trata de solo eso: una esperanza.
Mientras la entonces Unión soviética mantenía un puente naval de petroleros entre los puertos rusos del Báltico o del Mar Negro y La Habana, todo fue relativamente bien porque era petróleo subvencionado. El derrumbamiento del bloque comunista a partir de 1989 significó un golpe brutal para Cuba y la obligó a diversificar su comercio y a proceder a una revaluación estratégica política y económica. Terminaron las grandes campañas internacionalistas y se abrió una etapa llamada Periodo Especial en Tiempo de Paz que ha sido sin duda la más dura vivido por los cubanos en todos los tiempos.
La reevaluación de la estrategia económica a que se procedió en ese periodo se tradujo en 2002 en una completa reforma de la industria azucarera y de sus objetivos. En el marco de esa reforma fueron desmantelados más de la mitad de los ingenios azucareros, muchos de ellos anticuados. El motivo: para producir azúcar hacía falta petróleo y otros insumos que Cuba tenía que comprar en divisas, con lo cual el coste del kilo de azúcar producido resultaba notablemente superior a lo que podía venderse en el mercado internacional. Ello trajo aparejada la reducción de la superficie cultivada de caña, que pasó de 1.5 millones de hectáreas a 764.300 en 2006 y al paro de 100.000 trabajadores agrícolas que fueron enviados a cursos de superación profesional o a otros trabajos.
La Venezuela de Hugo Chávez fue el primer país en acudir en apoyo de Cuba en el marco de la Alternativa Bolivariana para las Américas que promueve el presidente venezolano. Pivota esa alianza alrededor de Petrocaribe, una empresa creada en junio de 2005 como parte de la Alternativa Bolivariana. Catorce países del Caribe constituyeron el núcleo inicial de Petrocaribe y por extensión de la Alternativa y a ellos ofrece Venezuela petróleo a precios preferenciales y con una financiación inigualable. Haiti y Nicaragua se adhirieron posteriormente y Barbados, Trinidad Tobago, Honduras y Guatemala han sido invitados a unirse al club.
Otro dato fundamental e importante para el futuro es la relación establecida con China, que se ha convertido ya en el segundo socio comercial de Cuba con una cuota del comercio cubano del 23 por ciento (en 2007) y un valor de 2000 millones de dólares al año. Ese comercio va en constante ascenso: en 2006 fue de 1800 millones de dólares, el doble que en 2005 cuando comenzó. China debe entregar a Cuba en 2008 unos 1000 autobuses para los deteriorados transportes urbanos e interurbanos que contribuirán a aliviar la crisis del transporte; le vende electrodomésticos de bajo consumo que sustituirán progresivamente a los viejos equipos norteamericanos que después de mucho bricolaje sobreviven, o a los comprados a los antiguos países comunistas, principalmente Rusia, muy pesados y de alto consumo de energía.
China está también interesada en invertir en Cuba en el sector de la informática y las telecomunicaciones, en los transportes, en la biotecnología y en otros sectores. Cuba exporta a China azúcar, níquel y médicos por el momento asesores que trabajan en hospitales oftalmológicos instalados en zonas rurales de China.
El petróleo o la perspectiva de encontrarlo, como en todas partes, es lo que ha atraído un cierto interés por Cuba. Según informaciones de la prensa cubana, después de Venezuela, Brasil, Canadá y España, la Lukoil, una de las mayores petroleras de Rusia, también ha mostrado interés en construir refinerías en Cuba y participar en las prospecciones en el Golfo de México.
Cuba, según el viceministro cubano de Turismo, Alexis Trujillo, que visitó Rusia a principios de año, está a su vez interesada en obtener inversiones rusas para su industria turística y en recibir turistas rusos. Se trata de una tendencia que las estadísticas oficiales cubanas del turismo no confirma pues los turistas rusos, solo 27.861 en 2006 ocupan un modesto 12º lugar en una escala que encabezan los canadienses con 604.263 turistas en el mismo periodo, los ingleses y los españoles.
A pesar de la resistencia opuesta por Fidel Castro a la empresa privada la experiencia es concluyente en la agricultura. Según datos oficiales de la Asociación Nacional de Agricultores Pequeños, con el 35 por ciento de la tierra cultivada, los agricultores privados cubanos producen el 96 por ciento del tabaco cosechado; el 75 por ciento del maíz; el 72 por ciento de los frijoles; el 64 por ciento del cacao; el 60 por ciento del café; el 56 por ciento de las hortalizas; el 48 por ciento de las viandas; el 70 por ciento de la carne de cerdo, y una buena parte de la leche.
El Índice de Desarrollo Humano IDH), establecido por el PNUD para certificar el estado de desarrollo de un país más allá de los datos macroeconómicos, coloca a Cuba en el lugar 51 entre los 177 países miembros de la ONU, puesto que se convierte en el 32 en lo que a esperanza de vida al nacimiento (77,7 años) concierne, en el 2º cuando se trata de educación de adultos, en el 34 cuando en el análisis se combinan los tres ciclos de educación, pero baja al 94, inmediatamente detrás de Perú, cuando se contempla la renta per cápita.
Algunos economistas especialistas en Cuba, como Carmelo Mesa-Lago, cuestionan los datos cubanos relativos al PIB cubano porque, afirman, Cuba no se atiene a la metodología convencional internacional para calcularlos e incluye los productos subvencionados a precio de mercado y no a precio de coste. Llo cierto es que equivocados o no si muestran una tendencia. Y esa tendencia es que la renta per cápita se ha duplicado – de 3000 a 6000 dólares – en el periodo posterior al colapso de la URSS.
Incógnitas abiertas
Son muchos y de muy diversa índole los cambios que el nuevo Consejo de Estado tendría que acometer solo para mejorar la economía cubana y la satisfacción general de la población. Para satisfacer las aspiraciones políticas, sociales, culturales, de bienestar personal y familiar y colectivo, sobre patrones consagrados en la mayoría de los países occidentales democráticos y liberales se estima que debería comenzar un auténtico periodo constituyente.
El ejemplo de los agricultores privados confirma la utilidad de las libertades, y la enorme necesidad de servicios profesionales latente solo espera un poco de comprensión de las autoridades para que los 150 oficios a los cuales desde 1999 se les permite una actividad privada pueden emprender negocios en la escala que estimen conveniente.
Pero la economía no es el problema de fondo de Cuba. Los cambios profundos necesarios que piden las organizaciones de oposición cubanas conciernen a las instituciones políticas, la libertad de opción política y todas las otras libertades inherentes a todo sistema político democrático. No es que no existan instituciones.
El país está perfectamente encuadrado por numerosas instituciones en las cuales casi nueve millones de cubanos participan y debaten regularmente. El problema es, como no dejan de señalar opositores y países amigos de Cuba, que la participación y el debate están balizados por la Constitución de febrero de 1976 (modificada en 1978, 1992 y 2002) que excluye a cualquier ideología que no sea el socialismo con meta en el comunismo.
Las instituciones que encuadran a la actual sociedad cubana se inspiran en esa Constitución que solo contempla la existencia el Partido Comunista de Cuba, único, de la Juventud Comunista, única, de la Central de Trabajadores CTC, sindicato único, y la Federación de Mujeres, agrupación única. Todas esas organizaciones de nivel nacional se reproducen luego a escala provincial, local y municipal. Las Fuerzas Armadas, la Seguridad del Estado, los Comités de Defensa de la Revolución, garantizan la perennidad del sistema.
La Constitución en varios de sus artículos, ratifica esta concepción monolítica y unidireccional. El artículo 3º dispone que “el socialismo y el sistema social revolucionario son irrevocables” y que “Cuba no volverá jamás al capitalismo”. El artículo 5º complementa esa sustancial limitación cuando señala al Partido Comunista de Cuba como la instancia “dirigente superior de la sociedad y del Estado” hacia un objetivo que el mismo artículo describe como “hacia la sociedad comunista”. El artículo 14, que sanciona la “propiedad socialista sobre los medios fundamentales de producción” y “distribución”, es la consecuencia lógica de los artículos anteriores.
Por ese motivo numerosos observadores prevén que surgirán dificultades cuando el legislador cubano tenga que trasponer a la legislación cubana los dos Pactos internacionales sobre Derechos Civiles y Políticos, y sobre Derechos Económicos, Sociales y Culturales, ratificados en Nueva York a fines de febrero, tan solo cuatro días después de la renuncia oficial de Fidel Castro, por el ministro de Asuntos Exteriores, Felipe Pérez Roque.
Sin entrar en detalle del contenido de esos pactos, se puede mencionar algunos derechos contemplados en ellos que necesitarán conciliación con la Constitución actual. Esos pactos establecen el derecho a buscar, recibir y difundir informaciones e ideas por todos los medios que se considere apropiado; el derecho de reunión pacífica; y el de asociarse libremente que comprende expresamente el derecho de crear sindicatos y afiliarse a ellos y, en principio, el de crear partidos políticos.
El artículo 13/3 del Pacto Internacional de los Derechos Económicos, Sociales y Culturales reconoce a los padres la libertad de escoger para sus hijos escuelas distintas a las creadas por las autoridades públicas, y hacer que estos reciban enseñanza acorde con la religión o la moral de los padres, una función que la Constitución atribuye en exclusiva al estado.
La firma de esos dos pactos internacionales por Cuba es sin duda un hecho muy importante para la oposición cubana y, en teoría, un buen augurio de la nueva etapa que se abre. Los próximos días revelarán hasta qué punto serán aplicados.En cualquier caso hasta en Estados Unidos existen sectores convencidos de que por el momento parece improbable cualquier transición en Cuba que no parta de lo que existe.
A sus 76 años de edad, Raúl Castro debe darse prisa si quiere dejar constancia de su paso por esta importante etapa de la historia de Cuba. Los cubanos, a su vez, no tienen ya más capacidad para soportar nuevas restricciones como las soportadas por loos antiguos países comunistas a la caída del bloque soviético.
La expresión libre, aunque todavía no encuentra acogida en los medios de difusión oficiales, es ya un hecho en la calle como refieren los numerosos viajeros que van y vienen a Cuba en estas semanas. Por otra parte, el régimen conserva intactos todos sus instrumentos de poder e instituciones coercitivas. La solución estará en la conciliación de estas realidades. Algunos han apuntado que Cuba podría inclinarse transitoriamente por el modelo chino, donde el control ideológico y político del Estado sobre las instituciones y el aparato de gobierno coexiste con una economía dejada a la iniciativa privada y con el mercado como referencia. Sería un hibrido, pero un hibrido que puede temporalmente funcionar como en China.
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