El 25 de enero de 1898, después de importantes movimientos navales norteamericanos alrededor de la isla de Cuba, fondeó en el puerto de La Habana el acorazado USS Maine. El Capitán General Ramón Blanco se encontraba ausente de visita en Júcaro así es que el capitán del buque pidió hora al Capitán General interino González Parrado para cumplimentarle. El gobierno español era consciente de la importancia de esa visita e intercambió mensajes frecuentes sobre ella con su representante en Washington, Dupuy de Lome, y con las autoridades de La Habana.
Domingo del Pino Gutiérrez
El 28 de enero de 1898 La Correspondencia Militar reveló que el cónsul norteamericano en La Habana, Fitzhugh Lee, había indicado a su gobierno, tomando como pretexto los incidentes ocurridos en La Habana el día 14 de enero (El Reconcentrado llamó a la Capitanía General refugio de granujas y varios militares asaltaron el periódico en represalia) la conveniencia de tener preparados en el Golfo de México a unos cuantos buques de guerra por si fuera necesario intervenir para proteger a los intereses norteamericanos.
Las maniobras navales y la concentración de buques en la isla de las Tortugas fueron la consecuencia de esa sugerencia de Fitzhugh. En Madrid, y a insistencia de los militares, el gobierno decide corresponder a la visita “amistosa” del Maine a La Habana enviando al crucero Vizcaya en visita de “cortesía” a Nueva york. La orden es casi simultánea con otra cursada a los destructores Furor, Terror, Galeón, Plutón, Azor y Rayo de partir para la Habana.
El ministro de Estado, Señor Grullón informó al embajador de Estados Unidos en Madrid, Señor Woodford de la visita del Vizcaya, pero el gobierno norteamericano utilizó la oportunidad para encargar seis nuevos destructores para su flota.
La Correspondencia Militar volvió a la carga el 31 de enero y señaló que “En Estados Unidos se ultraja a España amparando a la Junta Revolucionaria de Cuba”, y que “en territorio norteamericano tienen su sede asociaciones y publicaciones que apoyan a los insurrectos cubanos, y que de Estados Unidos parten expediciones armadas contra Cuba, para finalmente recordar el mensaje del Presidente McKinley en el que se sugería la posibilidad de intervenir en Cuba para acudir en apoyo de las poblaciones concentradas a la fuerza.
Otro buque norteamericano, el USS Montgomery, visitó Santiago, mientras que un oficial llamado Browningshield visitó la ciudad de Matanzas y dijo a la prensa que allí se encontraban concentradas unas 24.000 personas sin abrigo ni comida. A principios de febrero La Correspondencia Militar, y una parte de la prensa, se volvieron a mostrar beligerantes y acusaron al gobierno español de improvisación por haber enviado al Vizcaya solo sin escuadra y anunciaron que se pondría remedio y se enviaría a una escuadrilla de torpederos.
Rafael Gasset publicó en El Imparcial (6-2-1898) un artículo en el que señalaba que desde Cánovas existía un statu quo naval entre Estados Unidos y España, pero que éste fue violado por Estados Unidos al enviar al Maine a la Habana y a otro barco a Lisboa, como advertencia a Madrid.
En ese ambiente prebélico La Correspondencia Militar del día 8-2-1898 elogió el artículo citado de Rafael Gasset, pidió guerra a muerte a los norteamericanos y añadió que “si el gobierno no quiere ir a la guerra, deje el puesto a otros hombres que la aceptarían gustosos para salvar a la patria con el concurso del Ejército”.
Pero el periódico no solo hizo gala de un militarismo poco frecuente incluso en ese final de siglo XIX, sino de un imperdonable desconocimiento de las realidades militares de España y Estados Unidos. Otro artículo del día 9-2-1898 pretendía que “Los Estados Unidos no disponen de ejército: Sus soldados no son soldados…Su Armada es tan escasa como deficiente…El temple de sus marinos no está probado, y el nuestro se probó en Trafalgar y en el Callao”.
Mientras que el Almirante Cervera, en un estudio comparativo de las respectivas flotas remitido a sus superiores, debería haber enfriado esos entusiasmos ignorantes de La Correspondencia Militar, el Presidente norteamericano encargó al Capitán Goodrich, Presidente del Colegio Naval y Militar, un plan para caso de guerra con España. Fingiendo ignorar esas controversias, la Capitanía General de la Habana ofreció una recepción a los oficiales del Maine, encabezados por su Capitán Sigsbee y el cónsul Fitzhugh.
Como anécdota curiosa, el puntilloso administrador de la aduana de La Habana preguntó a sus superiores si procedía cobrar derechos de aduana por las provisiones que traía el acorazado Maine y las que ya transportaba hacia La Habana el torpedero Cushing, enviado por el gobierno norteamericano con armas y víveres.
El día 14 de febrero, el mismo de la llegada del Cushing, los servicios de inteligencia de la Presidencia informaron a sus superiores de que en un vapor de línea procedente de Tampa, y con nombre supuesto, había llegado a La Habana el corresponsal del Journal, Charles Decker “yanqui que ayudó a la evasión de Evangelina Cossío”. (Ver Evangelina Cossío
). A las 21:35 o 21:40 horas, según los testimonios, del 16 de febrero estalló el acorazado Maine, dando lugar con ello al inicio de la guerra hispano-norteamericana que concluirá con la pérdida de la última colonia americana de España.
El corresponsal del periódico El Imparcial, Domingo Blanco, autorizado junto con otros periodistas por el General Manterola a acercarse en botes al lugar del suceso, envió la siguiente descripción a su periódico: “El barco americano se hundió inmediatamente de proa, levantando la popa que iba hundiéndose a medida que iban ocurriendo las siguientes explosiones..Sin la circunstancia referida de ser muy resistente su blindaje, hubieran ocurrido muchas desgracias porque el Alfonso XII estaba casi tocando con el Maine..La llamarada que siguió a la explosión fue producida por una bomba de las que se usan para hacer señales… En la proa tenía su dormitorio la mayor parte de la marinería… El incendio corrióse rápidamente hacia la popa a pesar de que no soplaba viento alguno..Los cadáveres presentan horrendas quemaduras y espantosas maceraciones. Muchos tienen mordeduras de tiburones… “
Los oficiales supervivientes –24 de 26– se refugiaron en el mercante City of Washington que estaba algo más alejado del Maine que el Alfonso XII... Las quemaduras eran tan horrorosas que al ser recogidos por los españoles lanzaban terribles lamentos…De una tripulación de 355 hombres perecieron 266. El Imparcial publicó las impresiones recogidas de inmediato por su corresponsal Domingo Blanco entre los supervivientes. Un marino le dijo: “Sentir el ruido, quedarme sordo, y encontrarme en el agua fue todo uno. Sonó la explosión y sólo sé que conmigo cayó al agua un pelotón de hombres… Sin acusar directamente a España, los corresponsales norteamericanos en La Habana dejaron claras en sus crónicas sus dudas sobre el carácter fortuito de la explosión.
Mucho se escribió aquella noche, en los días siguientes y en los años venideros sobre el origen de la explosión del Maine, aún no aclarada. Sea lo que fuere, lo único válido para la historia siguiente es que dio origen a la guerra hispano-norteamericana y con la derrota española en ella a la salida de España del grupo de naciones imperiales de primera fila. Estados Unidos envió al USS New York, uno de sus mejores cruceros, a La Habana en sustitución del Maine.
En medio de esos ánimos caldeados llegó a Nueva York el día 18 de febrero del crucero Vizcaya al cual, para sorpresa de todos, el gobierno español no ordenó cambiar de rumbo. La prensa de Nueva York soliviantó a la población contra el crucero español y algunos periódicos llegaron a escribir que si estallan las hostilidades estando anclado en el puerto el Vizcaya, puede hacer pasar muy malos momentos a la ciudad.
Los ciudadanos de Nueva York enviaron cartas al ministro de la Marina, Mr. Long, protestando por la presencia del Vizcaya y amenazando con volarlo, pero el 23 de febrero el Almirante Bunce y el General Merritt visitaron el barco en devolución de la visita que hicieron las autoridades españolas de la Habana al Maine.
El periódico The Standard de Nueva York dijo que había sido enviado debido a la aparición de buques de guerra alemanes en la zona. En efecto el buque de guerra alemán Charlotte había sido visto, pero llegó a La Habana después de El Maine.
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